Ahí empieza lo que hago:
bajo la tierra, en el silencio, donde las cosas se conectan.
Raíz es el deseo de reconciliar la vida con el territorio.
Diseñar un paisaje o una arquitectura es, para mí, lo mismo:
entender cómo un lugar respira y qué memorias guarda.
Camino los sitios, escucho, observo, toco la tierra.
No busco imponer una forma,
sino dejar que el lugar hable.
Un jardín no se diseña: se acompaña.
El diseño del paisaje es una conversación con lo que ya está vivo.
Es un equilibrio entre lo humano y lo que habita con nosotros. Mariposas, aves, arañas, orugas, mamíferos: estamos entrelazados.
Así, mi práctica mezcla investigación, observación, oficio y afecto.
Cada proyecto es una manera de volver a aprender a habitar el mundo.
Una forma de reconciliarnos con lo que todavía sostiene la vida.
Diego.