Arquitectura: López González Studio
Equipo: Jacqueline Lobato, Diego Tamayo
Locación: Coatepec, VER.
Tipo: Paisajismo
Estado: En construcción
Hay lugares que se sienten antes de entenderse.
Uno entra, camina unos pasos, y algo se acomoda: el ritmo del cuerpo cambia, el aire pesa distinto, el sonido baja. No es solo vegetación. Es otra cosa. Como si el sitio estuviera vivo y nos recibiera.
Desde ahí nace este proyecto. De pensar que el paisaje no es un escenario, sino un cuerpo. Que si tiene un espíritu —un tonalli— entonces debe tener también una forma de sostenerlo, de moverlo, de cuidarlo.
Aquí el jardín no se diseña como una imagen completa, sino como un conjunto de partes que dependen unas de otras. Hay zonas que caminan, otras que respiran, otras que contienen. Espacios que invitan a reunirse y otros que piden silencio. Ninguno funciona solo; todos se necesitan.
Los recorridos tocan el suelo como pies atentos. Las áreas de encuentro se activan con las personas, como un corazón que late cuando hay vida alrededor. La vegetación densa filtra el aire, la luz y el ruido, haciendo el trabajo lento de los pulmones. Los patios tranquilos concentran la mirada y el oído, como una mente que descansa. Hay zonas que protegen, que ocultan, que amortiguan: una piel viva. Otras reciben, sostienen, transforman: un vientre fértil.
Nada de esto es literal. Es una forma de leer el lugar y de relacionarse con él. El jardín no imita un cuerpo humano, pero se comporta como uno: responde al clima, al uso, al paso del tiempo. Cambia. Se pausa. Se regenera.
Este paisaje no busca imponerse ni terminarse. Prefiere acompañar. Ser soporte para la vida cotidiana, humana y no humana. Un cuerpo compartido, que se va ajustando con cada estación, con cada gesto, con cada presencia.
Tal vez el espíritu del paisaje no se vea, pero su cuerpo sí: está en la sombra que refresca, en el suelo que cede bajo los pies, en el aire que huele distinto. Y en esa experiencia, casi sin darnos cuenta, entramos en conversación con él.